domingo, 2 de marzo de 2008

Esta semana ha sido corta pero intensa. Hemos visto dos temas fundamentales para nuestra labor como educadores que son los obstáculos del aprendizaje y para contrarrestarlos, algunas estrategias que mejoran el proceso enseñanza-aprendizaje.

Entiendo la escuela como un lugar en el que conviven personas, personas que aprenden independientemente de su edad y tamaño por lo que me parece necesario que tanto alumnos como profes compartan su sabiduría y busquen conjuntamente un conocimiento. Entre los obstáculos con los que cuenta la escuela actual está la masificación de alumnos, la centralización de la organización...Éstos son casos con los que a priori los maestros se encuentran y es difícil cambiar. Sin embargo, nos encontramos con otros supuestos que están en nuestra mano cambiar y mejorar, me refiero por ejemplo a romper con las rutinas fijas, romper con los guiones preestablecidos, hacer una clase viva y por supuesto olvidar las rencillas personales y dejar de lado nuestro ego a favor de los intereses y necesidades de los niños. Todos sabemos que el ambiente laboral es muy importante para desarrollar un buen trabajo, contar con apoyos dentro de un equipo nos hace sentir más seguros y más innovadores y siempre he pensado que la gente que se dedica a estar cara al público o desempeñar una labor social debía ser gente honesta, abierta, con iniciativa y tolerante para con los demás y consigo mismo. Para mí es indispensable mantener unas buenas relaciones sociales en todos los ámbitos de mi vida y de ahí que me parezcan inverosímiles las situaciones que existen en algunas escuelas donde predomina la competitividad y la envidia entre los propios docentes, sin ser conscientes todos ellos que siempre se puede aprender de los demás. Creo que de los tres cierres analizados en clase el más maligno es el personal, caracterizado por tener una actitud de rechazo hacia todo lo que no sea, haga o represente una determinada persona. En mi opinión los políticos no van a cambiar nuestra escuela, no van a venir a enseñarnos a afrontar nuestros problemas y mucho menos a solventárnoslos, por eso debemos ser nosotros, los que estamos ahí dentro, los que revindiquemos esos cambios que tanto anhelamos y a los que tanto miedo tenemos.

Con respecto a las estrategias para el aprendizaje, me gustaría hacer hincapié a las que se refieren a la selección y formación de los maestros. Estoy totalmente de acuerdo con el autor en que la carrera de magisterio está socialmente desprestigiada, toda persona con notas mediocres en selectividad se mete en esta carrera porque es corta, sencilla y después será funcionario con todo lo que eso conlleva. Da la impresión de que el que no vale para ser ingeniero, médico o abogado, termina siendo maestro y esto lo vivimos diariamente en nuestra universidad. Lo cierto es que las personas con estos pensamientos no llegarán nunca a ser buenos maestros, se sentirán frustrados en sus trabajos y jamás conseguirán alcanzar su sueño utópico de la felicidad. Es imprescindible elegir un futuro que te guste, tener una vocación e ilusión por tu trabajo y esto desgraciadamente hoy en día es cada vez más difícil. Por otro lado no me sorprendo ante la cantidad de bajas por depresiones que afectan a nuestras escuelas hoy en día. Trabajar con niños es duro y a eso hay que sumarle que muchas veces convivimos con la incertidumbre de no saber si lo que haces está funcionando o no. Ya desde la universidad te replanteas estas cosas, estudiamos muchas matemáticas, ciencias e historia pero realmente no tenemos recursos para afrontar los problemas y ni siquiera para enseñar a leer o a sumar a un grupo de niños. En mi opinión en la carrera deberíamos de tener más asignaturas de psicología, pedagogía y demás ciencias de la educación y menos referidas a las ciencias naturales o sociales (biología, física, química, historia...) ya que los maestros siempre tienen libros de referencia en los que apoyarse pero no existe un libro en el que te enseñen a indagar, a innovar, a reflexionar.......y a un sin fin de estrategias necesarias en la labor decente.

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